Espacio de intercambio Campo de Psicoanálisis. Tema:
Clínica psicoanalítica en la época actual.
La
dirección de la cura hoy
Ps.
Paula F. Lucero
Intentaré
desarrollar las consecuencias teórico-prácticas que se desprenden de la
conocida afirmación de J. Lacan: “Mejor
pues que renuncie quien no pueda unir a su horizonte la subjetividad de su
época”[1].
Si bien esta frase
data de 1953, una serie de cuestiones presentadas en el congreso de Roma pueden
servir como antecedente de lo que Lacan trabaja en el año 1975, en el Seminario
23.
En la obra de Lacan
se observa un camino que siempre fue fiel a su objetivo: la innovación. Tal es
así que en La cosa freudiana (1955)
Lacan habla de la formación de los analistas futuros diciendo “…semejante
dirección no se mantendrá sino gracias a una enseñanza verdadera, es decir, que
no cese de someterse a lo que se llama innovación, pues el pacto que instituye
la experiencia debe tener en cuenta el hecho de que ésta instaura los efectos
mismos que la capturan para apartarla del sujeto”[2].
La función del
analista consiste en alojar al sujeto del inconsciente o bien facilitar su
emergencia por medio de la escucha y la presencia. En La dirección de la cura y los principios de su poder (1958) se
afirma que la dirección de la cura consiste en hacer aplicar por el sujeto la
regla analítica: la asociación libre; quedando a cargo del analista la atención
flotante. Luego de criticar las distorsiones que los post freudianos hicieron
en el psicoanálisis, advierte que el analista cura más por lo que dice y hace
que por lo que es. Así, la posición del analista queda relacionada con la carencia
de ser y dicha carencia determina su política. Pero a su
vez, la función del analista se sostiene de un hacer, del acto analítico, o tal
como se propone en 1975, de un “saber hacer”.
En el texto
citado, se reafirma “la importancia del
significante en la localización de la verdad analítica”[3],
sosteniendo que la interpretación no está basada en arquetipos divinos sino “en
el hecho de que el inconsciente tiene la estructura radical del lenguaje”[4].
Cuando hace alusión a los historiales clínicos de Freud resalta que su acción
inicial con Dora y con el Hombre de las ratas fue buscar que el paciente se
anoticie de su posición en lo real y de cómo participa en la fabricación de
esta realidad.
A partir de estas
afirmaciones, Lacan sitúa tres tiempos en la dirección de la cura “ un proceso
que va de la rectificación de las relaciones del sujeto con lo real, hasta el
desarrollo de la transferencia, y luego a la interpretación”[5].
En medio de este proceso, el analista debe preservar el deseo del sujeto,
haciendo lugar al fantasma. Este deseo se capta en la letra, por lo tanto es la
palabra quien tiene los poderes para curar.
En la indagación de
las actuales formas en que se presenta el sufrimiento psíquico, resulta
necesario interrogar la noción de estructura clínica tan utilizada en nuestro
campo.
Según Freud, la
elección de neurosis depende de factores constitucionales y accidentales,
teniendo la sexualidad un papel fundamental en la etiología. Freud fue
diferenciando situaciones sintomáticas en relación a los diferentes mecanismos
de defensa frente a una “moción inconciliable” que remitía a lo sexual, y en
1926, se trató de una defensa frente a la castración. Respecto a la patología,
estableció distinciones en diferentes momentos de su obra: entre exclusividad o
complemento, introversión de la libido en la fantasía o estasis libidinal en el
yo, mezcla o desmezcla pulsional y conservación de los vínculos con la realidad
o construcción de neo realidad en el delirio. Quedaron así distribuidas las
modalidades defensivas: represión en caso de neurosis, abolición en caso de
psicosis, renegación en caso de perversión. Pero no se le puede atribuir a
Freud la noción de “estructura clínica”.
En J. Lacan tampoco
se encuentra la frase “estructura
clínica”, lo que podemos localizar es el concepto de estructura del sujeto del
inconsciente. ¿Qué incidencias tiene en nuestra práctica la utilización
automática de este sintagma “estructura clínica” que no ha sido acuñado por
ninguno de los maestros?.
En la misma línea, cuando
se habla de psicoanálisis lacaniano, se lo vincula con lo real del corte y las
sesiones de duración variable. Pero esto es solo una punta de lo que podemos
llamar práctica lacaniana. Una práctica lacaniana se sostiene del trabajo sobre
los tres registros, por esta razón Lacan afirma que “un análisis se trata de
suturas y empalmes”[6].
Es importante prestar atención: Lacan no dice que el análisis se trate de
cortes en el nudo, si no que se trata de descubrir cuál es el nudo y ajustarlo
bien por medio de suturas y empalmes.
Así, Lacan considera
a la estructura del sujeto con flexibilidad, ya que si se entiende por
estructura a un nudo de tres registros diferenciados, se puede agregar un
cuarto que los sostenga o ajuste. Tal como ejemplifica con el caso de Joyce, un
cambio en el anudamiento puede ahorrar un destino poco interesante para el
sujeto. La etiología en J. Lacan resulta ser más trascendente, ya que se enfoca
en la posibilidad de elección por parte del sujeto. O para decirlo de otro
modo, la causa puede ser reinventada.
Al respecto, muchos
años antes de recurrir a los nudos, afirma “Un psicoanálisis va normalmente a
su término sin entregarnos más que poca cosa de lo que nuestro paciente posee como propio por su sensibilidad a los
golpes y a los colores, de la prontitud de sus asimientos o de los puntos
flacos de su carne, de su poder de
retener o de inventar, aun de la vivacidad de sus gustos”[7].
El subrayado remarca
la estrecha vinculación entre esta concepción del análisis y la que formulará
en 1975 como identificación al sinthome.
En Función y campo de la palabra y el lenguaje
en psicoanálisis (1953) se encuentran muchos decires relacionados con su
futura elaboración de los nudos. Aquí Lacan habla del surgimiento del símbolo a
partir del asesinato de la cosa, sosteniendo que el primer símbolo que aparece
en la humanidad fue la sepultura, de modo que “Decir que este sentido mortal
revela en la palabra un centro exterior al lenguaje es más que una metáfora y
manifiesta una estructura”[8].
Aclara que esta estructura no es esférica sino tórica, es la estructura de un
anillo.
Una estructura
esférica describe una saber cerrado como el de la ciencia o bien como las
estructuras diagnósticas que se establecen en el Manual de trastornos mentales
DSM IV. Respecto al anillo, se trata de una estructura agujereada en donde la
exterioridad periférica y la exterioridad central son una y la misma cosa.
En el Seminario 23,
Lacan nos permite afirmar que estructura clínica no es equivalente a estructura
psíquica. Con su conceptualización del sinthome retoma lo dicho en “De una
cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis” respecto a la
indicación de no retroceder frente a las psicosis.
El esquema del toro
describe un proceso dialéctico, afirma Lacan, según el cual “el sujeto realiza
su soledad”, pero a la vez “la dialéctica no es individual y la cuestión de la
terminación del análisis es la del momento en que la satisfacción del sujeto
encuentra cómo realizarse en la satisfacción de cada uno, es decir, de todos
aquellos con los que se asocia en la realización de una obra humana”[9].
La estructura tórica
se refiere al sujeto singular y también al analista. El sujeto se constituye a
partir de la intersubjetividad, del lazo social con otros. Sus realizaciones
solitarias no son sin un más allá del
ser, es decir, la satisfacción individual se realiza en la satisfacción de los
otros. ¿Que quiere decir esto?, se trata de una obra.
Respecto al analista,
es mediador “entre el hombre de la preocupación y el saber absoluto”, y por lo
tanto, debe conocer la subjetividad de su época. Lacan habla de un analista
“que sepa su función de intérprete en la discordia de los lenguajes”[10].
Si vinculamos esta
noción de la estructura como anillo y el proceso dialéctico entre el sujeto y
los otros, el analista y la cultura, podemos pensar al arte como un recurso
general en Psicoanálisis. En el seminario 23, Lacan considera al sujeto como un
artesano, ya que a partir de dos significantes crea un elemento tercero que es
el objeto. A la vez, este sujeto puede crearse un nombre que más o menos
forzosamente le calce mejor.
¿La subjetividad de
la década del ´70 en Europa es la misma que la nuestra?, ¿cuáles son los
atravesamientos socio-culturales que determinan al sujeto en nuestra sociedad?.
El saber absoluto de
la ciencia fue avanzando y la relación con el sistema capitalista se solidificó
aún más. El discurso capitalista es una forma de relación (no tiene el estatuto
de lazo social) que objetiviza al sujeto, intentando abolir su división por medio
del consumo. Este discurso establece un circuito perverso que muchos autores
han vinculado con la situación sintomática de las adicciones y las patologías
del impulso.
¿Qué se puede decir
del discurso capitalista hoy?. Si los efectos de este discurso eran la sutura
de la división del sujeto y el individualismo, hoy parecería que ni los objetos
de consumo disponibles alcanzan para aliviar el vacío existencial que padecen
algunos sujetos. A cualquier miembro de nuestra sociedad puede invadirlo la
angustia, la ansiedad, la depresión, el sentimiento de desesperanza. Como si en
vez del progreso que la sociedad moderna ambicionaba, hoy primara la ausencia
de porvenir, como si ya no hubiera nada que esperar o nada en qué apostar.
Estos síntomas de
vacío parecen trascender las estructuras individuales y figuran un producto
socio-cultural que puede aquejar a cualquiera. Al respecto, M. Recalcati buscó
situar la dimensión de la clínica contemporánea, estableciendo, de manera algo
extrema, que vivimos en una época en donde el Otro no existe. Esta clínica es
la “clínica del vacío” y se refiere a “una metamorfosis histórico-epocal de la
noción de falta. (…) Esta distinción señala (…) una declinación inédita del
lazo social en la época contemporánea, provocando una redefinición de la
concepción clásica del síntoma que rige la neurosis”[11].
En relación al sufrimiento
psíquico, el malestar es vivido más intensamente y las medidas que el sujeto
toma frente a la frustración suelen ser más drásticas. Según el
autor citado, el centro de la clínica contemporánea es “el vacío como una experiencia
de eclipse, como un sentimiento de inexistencia, de irrealidad, ausencia que
caracteriza el modo de ser prevalente del sujeto contemporáneo”. De estas
afirmaciones se desprende la noción de “nuevos síntomas”, noción cuestionable
pero que al menos arroja un poco de luz sobre las actuales formas de malestar.
Estos nuevos síntomas no se formarían según la represión y el simbolismo
característico de las neurosis sino que involucran un goce no regulado por la
castración, y apuntan a reestablecer cierta integridad narcisista en estado
desfalleciente.
En “El Psicoanálisis
y su enseñanza”, Lacan afirma que “si el síntoma puede leerse es porque él
mismo está inscrito en un proceso de escritura”[12].
Aquí estaría presente la función del analista como intérprete de las discordia
de los lenguajes.
Estos supuestos
nuevos síntomas que carecen de metaforización y acuerdan con la noción de
holofrase, ¿que problema nos presentan?, ¿no pueden leerse o no están inscritos
en un proceso de escritura?.
En otras épocas el
analista podía interpretar sobre lo escrito en lo inconsciente, tal vez en
nuestra época la labor del analista sea más ardua y consista en interpretar
aquello que no fue escrito aún. Esto no lo haría menos intérprete pero si lo
invita a guiar al sujeto hacia la producción de escrituras. Es posible que el
sufrimiento del sujeto de nuestra época muestre una ausencia de escritura como
también una escritura que no fue puesta en función.
Es la esencia del
psicoanálisis apostar a que allí hay un sujeto del inconsciente, y este fue el
gesto inaugural de Freud. Asimismo, en “Más allá del principio de realidad”, Lacan recorta el acto freudiano del siguiente
modo: "El primer signo de esta actitud de sumisión a lo real en Freud, fue
el reconocer que en tanto que la mayoría de los fenómenos psíquicos en el
hombre están aparentemente vinculados a una función de relación social, no es
posible excluir la vía que por ese hecho abre de ello el acceso más común: a
saber el testimonio del sujeto mismo sobre estos fenómenos".
Considero que esta
sumisión a lo real implica distanciarse del dogmatismo de las teorías sobre
dispositivo y estructura clínica, para poder atender el testimonio verdadero
del sujeto contemporáneo.
Como se ha podido apreciar,
este escrito le otorga particular importancia a los desarrollos sobre el
sinthome y su función como suplencia o suplemento del nombre del padre. Es
probable que las coordenadas de nuestra época incidan en la constitución del
sujeto, dificultando y/o impidiendo las escrituras de los rasgos propios.
Los analistas
apostamos a una estructura del sujeto conformada por elementos diferentes pero
interdependientes. Trabajamos con la diferencia, el detalle y la creación, tal
vez sin estar anoticiados de ello.
Una de las
coordenadas de época es la imposición de objetos ya inventados, que servirían a
todos por igual. En este aspecto, la subjetividad de nuestra época se
caracteriza por tener mayores dificultades para elegir. Es nuestra labor como
analistas ser “herejes de la buena manera”, como Joyce y como Lacan se describe
a si mismo, en la medida de que “habiendo reconocido la naturaleza del
sinthoma, no se priva de usarlo lógicamente, es decir, de usarlo hasta alcanzar
su real, al cabo de lo cual se apaga su sed”[13].
En el año 1975, Lacan
propone pensar la estructura psíquica como una estructura agujereada, y será la
función del falo verificar la existencia de dicho agujero. Si en Freud el falo
remite principalmente al padre, en Lacan el falo representa la conjunción entre
cuerpo y palabra, lo cual abre un abanico de nombres posibles. Desde este punto
de vista, en un análisis pueden surgir otros elementos capaces de garantizar la
firmeza fálica o ajustar la cuerda.
Considero que el
malestar de nuestra sociedad pone en jaque al psicoanálisis y sus recursos
terapéuticos, al respecto, no puedo dejar de remitirme nuevamente a Lacan:
“Cuando el psicoanálisis haya rendido sus armas frente a los callejones sin
salida crecientes de nuestra civilización (malestar presagiado por Freud),
serán retomadas ¿por quién? las indicaciones de mis escritos”[14].
Bibliografía:
1 Lacan, J. Escritos 1. Siglo Veintiuno. Argentina. 2002.
Pág. 308.
2 Lacan, J. Escritos 1. Siglo Veintiuno. Argentina. 2002.
Pág. 410.
3 Lacan, J. Escritos 2. Siglo Veintiuno. Argentina. Pág.
566.
4 Lacan, J. Escritos 2. Siglo Veintiuno. Argentina. Pág.
567.
5 Lacan, J. Escritos 2. Siglo Veintiuno. Argentina .Pág.
571.
6 Lacan, J. El Sinthome. Paidos. Argentina. 2013. Pág.71.
7 Lacan, J. Escritos 1. Siglo Veintiuno. Argentina. 2002.
Pág. 258.
8 Lacan, J. Escritos 1. Siglo Veintiuno. Argentina. 2002.
Pág. 307.
9 Lacan, J. Escritos 1. Siglo Veintiuno. Argentina. 2002.
Pág. 308.
10 Lacan, J. Escritos 1. Siglo Veintiuno. Argentina.
2002. Pág. 308.
11 Recalcati, M. Psicoanálisis y el hospital N°24:
¿Patologías de época?. La clínica contemporánea como clínica del vacío.
12 Lacan, J. escritos 1. Siglo Veintiuno. Argentina.
2002. Pág. 418.
13 Lacan, J. El Sinthome. Paidos.
2013. Argentina. Pág. 15.
14 Lacan, J. Textos escogidos 1952-1978. “De Roma ´53 a
Roma ´67: el psicoanálisis. Razón de un fracaso”.
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